jueves, 21 de abril de 2011

Los ojos del tiempo


Se acercó al Paseo Marítimo a paso lento, sorteando los charcos de agua que se habían formado tras la llovizna de la tarde, era el día del posible encuentro, solo le había prometido que si las cosas salían como esperaba, el 12 de mayo volvería a saber de ella. Miraba a lo lejos tratando de descubrirla y mientras la esperaba, recordaba aquella tarde dos meses antes, cuando se encontraron por primera vez.

Evocaba fragmentos de su historia, cuando le pareció verla. Sonrió para si y sintió la emoción en sus temblorosas manos.

Alicia parecía volar entre la multitud, con su largo vestido blanco flotando al compás de sus pasos desenvueltos, lo había visto y saltaba de alegría, agitando algo en su mano, le hacía señas mientras esquivaba a los caminantes. Lentamente Manuel también iba a su encuentro. Cuando llegó hasta él, lo abrazo efusivamente y gritaba emocionada ¡Lo hemos logrado! Ambos reían y la gente los miraba asombrados sin entender lo que sucedía.

Aquel día de marzo, la calle se había llenado de jóvenes que practicaban diferentes actividades, algunos iban en patines, otros corrían o simplemente caminaban para aprovechar las últimas horas del día.

A sus ochenta años, ya no se sentía tan joven, sus movimientos se habían tornado lentos y los huesos resentían tanta humedad, pero por dentro… por dentro se sentía igual que unos sesenta años atrás.

Le gustaba este paseo a la orilla del mar, podía dejar volar sus recuerdos y pensamientos. Ver las lindas chicas que caminaban por el malecón y sentir su corazón latiendo emocionado, le fascinaba crear proyectos y pensar que tenia una eternidad por delante para lograr alcanzarlos.

Manuel disfrutaba tranquilo de su caminata de rutina como cada día, cuando vio aparecer frente a él, a una joven que se acercaba, con el rostro erguido al viento y la mirada atenta a su alrededor, su melena alborotada parecía volar al son de las olas marinas, de su hombro colgaba una cámara fotográfica bastante voluminosa. Calculó a la ligera que tendría unos veinte años.

Sin ningún disimulo le lanzó un ¡hola! alegre y jovial, le tendió su mano de delgados dedos y se presentó como Alicia.

Habló sin parar durante algunos minutos, no vivía en el pueblo, estaba de paso buscando imágenes para un concurso y lo había visto esa semana, haciendo su habitual recorrido por aquel hermoso bulevar a la orilla del mar, que iba a dar a una antigua Iglesia barroca del siglo XVII y en tardes como aquella, se bañaba de amarillo atardecer.

Había observado como se detenía a mirar el horizonte, allí donde parecía dejar volar sus pensamientos, quería que él le permitiera capturar esa imagen, sentía que estaba llena de poesía.

Manuel sorprendido y halagado, también un poco cohibido la dejo hacer, simplemente dejándose llevar por la armonía de la tarde mientras contemplaba los colores cambiantes en la lejanía.

Después de ese día, no había sabido nada más de ella, solo quedaba la esperanza del verla si las cosas salían bien, pero las probabilidades eran pocas y sus ilusiones muchas.

Con la respiración entrecortada Alicia le mostraba la revista que llevaba en la mano, en la portada aparecía Manuel, el motivo perfecto. Un viejito sabio y simpático contemplando cuando el sol se acercaba a besar al mar. Ellos habían ganado el primer premio del Concurso de fotografía “Los ojos del tiempo”

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