sábado, 19 de diciembre de 2015

Así.
Hoy me siento como una concha vacía y reseca
 Abandonada en la orilla del mar.
Es tristeza
 Aunque las conchas nunca están tristes
Tampoco las he visto nunca sonreír
Simplemente están.
Es acaso ¿soledad?
Me gusta la soledad, tampoco es eso.
¿Qué sucede cuando el corazón palpita desenfrenado
 en medio de la noche?
¿Cuando la respiración se acelera y duele?
Cuando descubres que cada día es una copia del anterior.
Y pasan… simplemente se suceden uno a otro irremediablemente
Los días…
Quizás no me parezco tanto a esa concha
A ella la acaricia el mar
La besa la arena
La baña la noche de estrellas

Por eso no le hace falta llorar.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Un escritor es un dios, sí, es el dios del universo que él mismo ha creado, es el responsable de las vidas de los habitantes de su mundo. En sus manos está el destino de miles personajes que habitan en ese infinito espacio-tiempo que llamamos imaginación. Sólo tiene un juez, el Lector, que será el que finalmente decida si merece convertirse en autor. Por eso este blog es para ti LECTOR
Bienvenidos a nuestro pequeño laboratorio de las letras.

sábado, 11 de mayo de 2013

Buli en el universo de las maravillas


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Frente a Buli se extendía el inmenso océano azul, él se sentía muy pequeño ante tanto mar. Era un barquito de papel que Arturo, un niño de ocho años había fabricado aquella tarde para ponerlo a navegar en un charquito frente a su casa. Apenas había puesto el barco en el agua, cuando escucho que lo llamaban a merendar, y lo dejó allí, aguardando su regreso.
La brisa de la tarde lo fue empujando, primero recorrió la calle hasta desembocar en una alcantarilla, navegó entre nauseabundos olores hasta que llegó al rio, entonces  sonrió, al menos podía respirar la brisa que se colaba entre los matorrales, siguió navegando hasta que se encontró allí, donde empecé esta historia, frente a la inmensidad azul del mar.
A Buli le gustó aquella sensación de libertad. ¿Qué más podía desear un barquito de papel que poder surcar los mares? Le gustaba el color, la frescura, el reflejo de las nubes sobre el mar y ese color intenso en el cielo cuando caía la tarde y el sol se hundía rápidamente en el mar.
Cuando el sol se ocultó por completo comenzaron a brillar las estrellas y las sombras de la noche lo envolvieron, Buli se sentía un poco temeroso y deseaba regresar donde Arturo lo había dejado pero no sabía cómo hacerlo.
Iba navegando sobre las olas cuando sintió que algo lo salpicaba. Prestó atención para saber que ocurría y escuchó un suspiro.
        -¿Quien anda por aquí? – preguntó Buli.
        -Soy Alicia ¿No has oído hablar de mi? Soy muy famosa.
        -Lo lamento Alicia, no soy de por estos mares-se disculpó el barquito.
        -Ya lo imaginaba, nunca había visto un barquito tan pequeño en este océano, por eso decidí saltar y conversar contigo. Como ves yo también soy pequeña, pero también puedo ser grande eso no tiene nada que ver, además soy muy lista porque conozco muchos mundos- Alicia hablaba demasiado y Buli estaba un poco confundido.
De pronto se le ocurrió que si era tan lista quizás pudiera ayudarlo a regresar junto a Arturo. Buli le pregunto a Alicia tímidamente.
        -¡Arturo! Claro que se dónde está. Para llegar hasta Arturo debemos tomar impulso sobre la ola más grande del océano, esa ola suele llegar por aquí a media noche, tenemos que estar preparados, será una altura muy, muy grande. ¿Quieres que te acompañe?
        -¿Puedes? ¡Claro que me gustaría! El barquito se sentía afortunado de haber encontrado a su nueva amiga, hasta ese momento solo había tenido la compañía de Arturo y sentía que lo había perdido. Esperaba poder recuperarlo con la ayuda de Alicia.
Buli estaba un poco preocupado con eso de la gran ola, el impulso y todo aquello, pero si Alicia era tan inteligente tendría que confiar en ella.
Cerca de media noche se prepararon y Buli siguió cada una de las recomendaciones que Alicia le iba dando.
        -Escúchame bien Buli, faltan pocos minutos para que llegue la gran ola, cuando sientas que nos elevamos cierra los ojos y repite conmigo “multiversomultiversomultiversomultiverso” sin parar hasta que lleguemos a donde Arturo.
El barquito no sabía que pensar, Alicia era un poco extraña pero no le quedaba otro remedio que seguirla en su intento.
De pronto, sintieron una corriente helada que pasaba debajo de ellos,y el rugir delas profundidades revolviendo la espuma de las olas
        -¡Ya viene Buli!- y a dúo comenzaron a pronunciar “multiversomultiversomultiverso” Sintieron que se elevaban más y más con el impulso de la gran ola, y de pronto ¡estaban flotando!
El barquito abrió los ojos y solo vio un inmenso manto negro salpicado de luces brillantes.
        -¿Que ha pasado Alicia? ¿Dónde estamos?
Alicia sonreía satisfecha señalando una gran estrella color naranja.
        -Mira Buli, lo hemos logrado ¡aquí esta Arturo!
        -Disculpa Alicia, pero no veo a Arturo, y ésta tampoco es la calle donde vive-murmuró muy triste el barquito.
        -¿De qué calle hablas Buli? Una estrella no puede vivir en una calle, ellas suelen vivir en el multiverso y aquí estamos- Alicia parecía enojada.
        -Alicia, Arturo es un niño, es mi amigo y tiene ocho años, no es una estrella.
        -Buli, ¡puedo jurarte que Arturo es esa estrella fascinante que esta frente a nosotros!
        -Pues será otro Arturo, no “Mi Arturo”- Buli habló con tal firmeza,  que Alicia se dio cuenta de su error.
        -Lo lamento Buli, cuando nombraste Arturo, siempre pensé que te referías a la estrella náutica, es muy hermosa y siempre había querido venir a conocerla, ahora reconozco que no te pregunté y di por sentado que lo sabía todo. Tengo que aprender a escuchar a los demás-admitió Alicia.
        -¿Y ahora como regresaremos?-preguntó el pequeño barco.
Alicia se colgó de una estrella a pensar mientras Buli daba vueltas  en torno a ella. Era divertido navegar entre estrellas titilantes.
        -¡Ya tengo la solución!- Alicia se columpiaba y reía a carcajadas mientras Buli la miraba con un poco de desconfianza, temía un nuevo disparate de su amiga.
        -Esperaremos a la próxima estrella fugaz, y viajaremos con su impulso, cuando el cielo se vea azul nos detendremos en una nube y luego lloveremos sobre la calle donde vive Arturo. ¿Qué te parece la idea?
El confundido barquito no sabía que decir, eran muchas aventuras a la vez y no sabía si algo tan descabellado podía funcionar. Alicia parecía tener la solución a cualquier problema, realmente era una niña muy inteligente.
Tal como planeo Alicia, lograron subir a la estrella fugaz Vieron nacer el día y surcar el cielo azul, se bajaron sobre una nube, allí se revolcaron y saltaron porque sentían que era de algodón, de vez en cuando Alicia enterraba sus rubios cabellos a través de la nube para poder ver hacia abajo.  De pronto el barquito sintió que ella saltaba dentro de él, como la primera vez en el mar. Apenas había sido ayer y a él le parecía un largo tiempo.
Comenzaron a bajar, casi suspendidos en una tenue llovizna hasta que Buli se sobresaltó con un sonido intenso de campanitas repicando a su lado.
Estaba en un extraño lugar. Una mano apagó el sonido y se volvió a esconder bajo la manta. Era Arturo, estaba en su habitación, acababa de apagar su despertador.
- ¿Cómo pude llegar hasta aquí? ¿Y Alicia? – se preguntaba Buli.
 Miró a su alrededor, estaba en la mesita de noche sobre un libro que decía “Alicia en el país de las maravillas” Arturo acababa de despertar y lo miraba sonriente, a su lado Alicia en el cuento también parecía sonreír.


EVA

domingo, 29 de abril de 2012

Gracias maestro


Grande de los grandes del 27. Hoy, 73 años sin ti. Hoy y toda mi vida contigo

"Caminante no hay camino, sino estelas en el mar.”




Estoy nervioso. Sólo pensar que te voy a escribir hace que me tiemble el pulso.
No es fácil escribir sobre alguien que narró y vivió en un nivel superior, aunque jamás lo reconoció. Era tan grande su humildad, tan semejante a la de ese Jesús, al que cantó sus proezas, nunca sus sufrimientos. Si el profesor creía en algo, no era una creencia al uso. Pero por sus actos, se diría, que era un fiel seguidor del que anduvo en la mar. En la mar, sí, como lo dice la gente de su Andalucía, porque él fue sevillano, pero ciudadano de España. Le cantó a su Sevilla, pero también a sus campos de Soria, a sus tardes madrileñas, al Guadalquivír y al Guadarrama.
No necesitaba, a veces, rima alguna para recitar poemas en prosa, poesía del corazón, las letras del alma. Un 22 de febrero viajó a mejores tierras. Hoy quiero hablarle...

Nadie lo hizo, ni hará como tú. Nadie le cantará como tú a esa belleza que tienen las cosas simples. Podías dedicarle letras maravillosas a las odiadas moscas, y al leerlas ya no me parecían tan pesadas. Su visión de España y de la esperanza recién florecida. Desde la mitad sana de un roble viejo alcanzado por un rayo, nace un brote verde.
¿Cómo te puedo escribir, maestro? ¿Cómo podría plasmar en palabras la admiración que siento por ti? por tu sinceridad, por tu valentía, que te costó el exilio, breve pero muy duro. Tan triste que te llevó con él. Quizás si la noticia de tu plaza en el rectorado de Cambridge hubiera llegado antes...
Con el pasado efímero, hoy me enseñas el presente, los tiempos no cambian don Antonio. El marinero de tu parábola se fue por esos mares de Dios, pero dejó a toda su estirpe. Espero que algún día florezca el huerto y la primavera no se vaya nunca más. Ese es el deseo que pido cada vez que paso por el huerto claro donde aún madura el limonero. Pido que el patio de Sevilla vuelva a cantar por alegrías, que dejemos la soleá por un tiempo, que el profundo fandango de Huelva termine por bulerías con letra de tu amado Federico García Lorca. Que tus viejos sueños, que son mis nuevos sueños, aparten a la oscuridad real. ¡Que muera don Guido por fin!

Te visité en tu última morada, a bordo y ligero de equipaje como los hijos de la madre.
Cómo explicar con palabras, que fueron tu don, lo que me embargó cuando me senté a tu lado, esa camaradería que sentí, maestro y compañero. El odio irreprimible que volvió a aflorar de mis más bajas entrañas. Al mismo tiempo me sentía bien a tu lado, lleno. Paz y musas, alegría de tenerte cerca, alegría de vivir para contar que estuve un rato a solas contigo.
Desde niño paso por la casa que te vio llegar y ahora conozco el lugar por donde marchaste... Tan solo me queda seguir tu estela en el mar.

Hasta siempre maestro.

Carlos Valdés Cervantes.

jueves, 5 de abril de 2012

Dentro de un sueño violado


DENTRO DE UN SUEÑO VIOLADO
El hombre dormido ya se mueve, está por despertar. Hace falta alguien que lo releve, alguien que se eche a dormir pronto, pronto y prosiga ese sueño.
No comprendí esa angustia espesa en los ojos de Micaela, cuando me pidió, casi me exigió, que corriera hacia el muelle y vigilara en el recodo, una casucha abandonada donde dormía un hombre, debía llegar antes del amanecer y en cuanto se levantara debía tomar su lugar. Al principio me negué a ese insólito pedido, pero al oler su desesperación sentí la responsabilidad de formar parte de su angustia, si con ello contribuía a su tranquilidad y a la vez cumplía con su jefe gruñón y cascarrabias que no la dejaba marchar.
Corrí calle abajo salpicando mis medias en los charcos de las calles maltrechas y poco iluminadas que conducían al muelle. Casi sin aliento penetré en la penumbra del húmedo lugar y justo al dar la vuelta al callejón vi al hombre, se desperezaba en el catre, se rascaba la cabeza rala y miraba a su alrededor. Hizo un gesto incomprensible, como de incredulidad y se levantó para marcharse sin mirar atrás. Literalmente me lancé al improvisado lecho, el corazón me latía incontenible ante lo desconocido, a pesar de la repugnancia que me producía el maloliente lugar, me senté conteniendo la respiración y me eche boca arriba. Una densa bruma me envolvió y sentí que descendía vertiginosamente, pensé en Micaela…
Se movían lentamente, eran diminutos personajes que parecían cobrar vida, parecían entenderse entre sí, todos menos una, una mujer que lucía desorientada, quería salir de aquel entorno, huía y parecía gritar pero yo no podía escuchar sonido alguno. Caminaba mirando siempre si alguien la perseguía y su tristeza se mezclaba al horror que la embargaba. Traté de tenderle una mano pero no me veía, ya amanecía y el sol la cegaba. No sé cuántas horas pasaron ni cuanto caminó aquella angustiada mujer. Sentí que de pronto las figuras comenzaban a moverse más lentamente y que a mí me sacudían en el catre intentando apartarme de aquel mundo onírico Abrí los ojos y frente a mi había una mujer, sus rasgos me eran familiares pero volvía a caer en el estupor del sueño.
-Soy yo- me gritaba
-¡Despierte ahora por favor!
Me incorpore haciendo un esfuerzo sobre humano y la vi. En su angustia sonreía y me agradecía haberla sacado de un sueño que no le pertenecía.
Solo ella, Elsa Grau había logrado volver de las brumas que envolvían el muelle.
Los vendedores de chocolatinas seguían especulando frente a aquella mujer que dormía profundamente desde la segunda función del cine del barrio.

El grillo


El Grillo


-¿Crisóstomo me vas a acompañar al operativo?

-¿El del chamo con cara de yo no fui?

-Si, ¡tu sabes! Esa vaina ya no se puede demorar más, si no la responsabilidad será nuestra.

-¿y si no es?

-Esta tarde lo confirman y le caemos

-Está bien, pero no creo que lo autoricen todavía

-¡Apuesta pues! Me preparas un sancocho si tengo razón

-¡Hecho! Pero antes de las 5pm. Hoy quiero llegar temprano al rancho.

-Si chico eso es caerle y encanarlo de una.

Amanece y tengo mucha sed, frente a mí corren las ratas nauseabundas, no sé si me ignoran o simplemente me creen parte de su entorno, la noche dibuja sombras del pasado y una vez más pienso como hubiera sido mi vida de haber tenido solo una cosa; fuerza de voluntad.

Hace siete años vivía con mi familia en Maracay, una ciudad industrial, llena de futuro para sus habitantes, en casa tenía todo, una familia con sus más y menos como todo el mundo, un par de hermanos inquietos y desordenados y unos padres preocupados por sus hijos. Yo apenas estaba comenzando una carrera universitaria con grandes posibilidades de salir airoso, pues venía de un bachillerato con excelentes notas. Allí en la más grande casa de estudios fue donde comenzó a tambalearse mi futuro, cuando creí tener el mundo en mis manos y me sentía invulnerable.

Tenía éxito con las chamas, ¡vaya si lo tenía! se me acercaban primero por mi aspecto, cabello claro y piel tostada por el sol, además de un físico de deportista ocasional, me sentía en la cima del universo y luego por mi desenvoltura y amplios conocimientos de diversos temas de la actualidad.

Comencé en arquitectura a los 19 años, amante del arte en todos sus géneros, pensé que esa carrera me permitiría estar en contacto con estas expresiones además de ser productiva, eso para complacer un poco a mis padres que decían siempre que solo con arte moriría de inanición, si me vieran ahora… gracias al arte puedo comer de vez en cuando. ¡Yo me río de la vida y ella me mira con sarcasmo! Ya sale el sol y comienzan los transeúntes a recorrer las calles, las cornetas de los autobuses opacan el canto matinal de las aves. Dentro de poco el centro comercial comenzará a tomar vida. Aquí he conseguido algunos amigos generosos que me ofrecen un café o un bocado de comida cuando el hambre acecha. Me acerco al cafetín, y Dora me deja pasar al baño donde me aseo en la medida de lo posible, en mi busaca llevo palmas de coco, un par de libros y una franela, aparte de un resto de tubo de crema dental que logré obtener de la casa de la esquina donde hicieron limpieza la semana pasada. Al salir me encuentro preparado un café y un pan que agradezco inmensamente. Ella siempre me mira con ojos interrogantes, sé que quisiera saber mi historia, pero no puedo revelar detalles que pongan en riesgo mi nuevo modo de subsistir.

Actualmente vivo en Cumaná, una ciudad costera famosa por ser la primogénita del continente y por la animosidad y simpatía de sus habitantes. Aquí he conseguido sosiego después de recorrer muchas ciudades y a pesar de ser un indigente refugiado en el vestíbulo de un Centro Comercial.

Los vendedores ambulantes van ocupando sus puestos, las ratas han desaparecido de la escena y los pasillos se llenan, doña Elvira es la señora que vende queso, Matilde la tortera, Hernán vende libros y el chamo Julián que vende CD copiados, cada uno ocupa su espacio y respeta el de los demás a través de un tácito código de honor. Minutos más tarde comienzan a abrir sus puertas los comercios y las tiendas se iluminan de luces artificiales, olores a perfume, comida y cuero, crean un ambiente de ciudad a lo que pocas horas antes era mi antro particular.

Me ubico en mi esquina y en pocos minutos logro dar forma a las palmas de coco y surgen figuras de insectos que deleitan a los niños, y a veces también a los grandes que en el fondo aún conservan alma de niños. Los preferidos de todos son los grillos, en tono verde o marrón si la palma está muy seca, hay quienes me piden figuras personalizadas, también las hago, pero me gustan los insectos, me apasionan sus misteriosas vidas organizadas y perfectas, donde nada aparte de un pisotón puede alterar su existencia. Nosotros nos dejamos influenciar con más facilidad, los pisotones que nos da la vida son más fuertes y yo soy un ejemplo de esta teoría tan particular.
Hace días pasó por aquí el encargado de turismo de la ciudad de Cumaná, le gusta la labor que estoy haciendo y me ofreció ayuda a cambio de una entrevista, la verdad yo no estoy interesado en darme a conocer, prefiero pasar desapercibido y de esta forma siento que pago mis culpas y algún día podré redimirme ante los ojos del mundo. Pero él insistió y me hizo el reportaje. Yo simplemente me identifiqué como “El Grillo” un alma errante en busca de paz.
La salida del colegio es la hora que más me gusta, me rodean decenas de niños y niñas que cuentan y reúnen sus monedas para que yo con mis manos mágicas les haga animalitos de palma, me gusta escuchar sus risas, las historias inverosímiles que surgen de sus mentes inocentes mientras hacen luchar a los insectos imaginando que son monstruos legendarios.

Esta tarde en particular fue muy triste, en medio de la algarabía infantil comenzaron a sonar sirenas y llegó al Centro Comercial una patrulla de la policía, yo no atinaba a comprender qué sucedía, cuando dos uniformados se acercaron a mí y sin mediar palabra, me inmovilizaron con esposas y me rodearon. Los niños me miraban con curiosidad, estaban presenciando un episodio real, ya no formaba parte de sus juegos. Eso me hizo recordar aquella primera vez cuando frente a mi familia tuve que bajar la mirada y tragarme mi vergüenza.

Atrás quedaban las palmas de coco y los grillos tirados en el suelo.

-¡Fácil! Crisóstomo, mételo en la jaula y págame la apuesta, ¡yo tenía razón!

Después de meterme en la patrulla a empujones, los escuche hablar por radio en tono de triunfal, di una última mirada a mi libertad y me acomode como pude en el estrecho cubículo enjaulado.

-Comandante, le informo que ya tenemos al sospechoso en la patrulla para proceder a confirmar su identidad. Responde al nombre de Oliver Liso, pero se hace llamar “El Grillo”
-Sí, la descripción corresponde a la persona que estamos buscando desde hace un buen tiempo. De resultar positivo, tendremos en nuestro poder a un peligroso delincuente, acusado de violación, atraco a mano armada y homicidio en complicidad con Alfonso Rey, el criminal que incita a los jóvenes universitarios que recién comienzan, los envuelve en el mundo de las drogas y luego los utiliza para llevar a cabo sus delitos.

-¿Por qué estabas tan seguro?

-Yo tengo mi gente pana, Dora sospechaba y mi hermano Sebastián, tu sabes el que trabaja en turismo me lo confirmó.

El remanso

El Remanso

Estoy sentada en una sala fría y blanca esperando a mi editor, pienso que no le debe ir tan bien como a mí ya que estoy sola en este recinto, estoy nerviosa porque tarda demasiado y la respuesta que espero es muy importante para mi futuro.

Acaba de llegar su secretaria, no comparto la idea de ponerle un uniforme blanco, hay demasiada luz, faltan colores que alegren el alma y den un tinte de gracia a la vida. Yo particularmente lo hubiera decorado con mucho verde, con plantas que llenaran de esperanza a la gente que se acerca a dejar sus angustias en esta sala durante horas. La secretaria se acerca y me toma del brazo, quiere acompañarme a otro lugar, ¿será que Don Eusebio no pudo llegar a la cita?

Eso me recuerda la última vez que nos vimos, apenas ayer, me citó en la cafetería “El Remanso”, yo le había llevado un material para que lo revisará, y él, Don Eusebio, me miraba ausente y con cara de tristeza. Ya sé que hablo mucho, todos me lo dicen y de verdad hago el intento… cada mañana me propongo al levantarme ser comedida y lógica en mis planteamientos, pero como no tengo mucha gente a mi alrededor que pueda escucharme, se me van acumulando las ideas y los pensamientos se aglomeran intentando salir y comienza la lucha, a veces logro controlarlos, otras me ganan ellos, entonces los dejo salir porque son parte de mi.

Ayer tarde le mostraba mis adelantos cuando hizo un ademán para que me detuviera, sentí que todo a mi alrededor se paralizaba, el aroma del café se quedo prendido a mi olfato, las personas que ocupaban las otras mesas del lugar comenzaron a desdibujarse, logrando un efecto extraño, como si fueran una pintura de Monet , en mi interior podía sentir la sensación de frío que recorría mis venas congelando mis órganos, quería hablar y no acudían a mí las palabras que quería pronunciar, sentí el horror de no poder dominar mis actos y huí de allí precipitadamente, atrás quedaba un Don Eusebio con los ojos desorbitados y restos de café esparcidos en el suelo, al lado de la taza de la que había estado bebiendo.

Al salir del lugar me cegó la luz, y ya no recuerdo nada más, por eso estoy aquí, en la oficina de Don Eusebio Carranza, quiero pedirle disculpas tras mi aparatosa marcha de ayer y que sigamos revisando papeles, por cierto, no los he traído, pienso que él se quedó con mis manuscritos y me gustaría recuperarlos.

-Dígame señorita, ¿A qué hora cree que llegará Don Eusebio?
-Un poco más tarde Adriana, de momento acompáñame que te tocan tus medicamentos.

No sé qué tiene que ver la secretaria de Don Eusebio con los medicamentos, tal vez él le comentó de mis dolores de cabeza.

La secretaria me conduce con cariño a un jardín muy hermoso, menos mal que hay infinidad de colores, rosas amarillas y geranios rojos y púrpura en medio del verdor que lo envuelve todo. Hay otras personas que también deben estar esperando a su editor. Todas deambulan por el jardín, ¡pero qué extraño!, todos han escogido el mismo vestido que yo. ¡Qué falta imaginación!

Siento un aroma delicioso a café, mi mirada busca alrededor y entre los árboles cercanos puedo leer un aviso medio oculto entre las ramas “El Remanso”